ALTAR DE LOS REYES
ALTAR DE LOS REYES
Catedral Metropolitana Ciudad de México
Los Retablos o Altares Mexicano tuvieron su climax en el barroco Tardío Mexicano llamado Churrigueresco o Barroco estípite.
El altar mayor de la Catedral metropolitana de la Ciudad de México es una obra maestra del siglo XVIII y obra cumbre del barroco Mexicano. Unico en su clase y ejemplo a seguir para los demás retablos en el continente Americano.
Construido entre 1718 y 1737 cuyo diseñador y arquitécto fue Jeronimo de Balbas. Sin embargo para desarrollarlo tuvieron a lugar maestros carpinteros, albañiles, escultores, estofadores, doradores y entalladores; que como pueden ver es un proceso lento y muy pero muy costoso.
Originalmente el nombre fue "Altar de la Capilla Real de Sevilla" nombre dado en 1666 y con el pretexto de las exequias de Felipe IV y porque es en esta capilla donde estan enterrados los monarcas de España. y anterior a Este retablo solo había silleria del coro y algunos frescos del siglo XVI. y en 1668 es el primer proyecto para su construcción, que al principio debio haber sido plano, ordenado y reticular como los sevillanos. afortunadamente para el siglo XVIII triunfa el Barroco salomónico como el Andaluz y el Estipite.
Entre 1703 y 1708, el Rey Felipe V ordenó se destinasen diecisiete mil pesos en
moneda de oro para la fabricación del retablo. Para el mes de noviembre de 1709
el cabildo ya tenía la orden de dar comienzo a las diligencias. La selección del
diseño sería llevada a cabo por medio de un concurso, el proyecto debería reflejar
“autoridad, esplendor y grandeza”.
Gerónimo Balbás fue un español tramoyista, escultor y
arquitecto, en Zamora, que había llevado de Madrid a
Sevilla una hermosa pieza decorativa: la pilastra estípite, con la que realizó el
opulento retablo del sagrario de la catedral de dicha localidad, Recibió hacia 1715, y tal vez recomendado por algún miembro del
Cabildo de Sevilla, la invitación mexicana para acudir a la obra catedralicia de la
Ciudad de México.

Su construcción llevó 19 años. Finalizan de ensamblar por módulos y paneles hasta 1725 pero terminado hasta 1737 con los frescos de Juan Rodriguez y el dorado o laminado de Francisco Martinez. Mide 25 metros de altura, 13 de ancho, y 7 metros de fondo; se eleva al fondo de Catedral ocupando el ábside.
Luego de Terminar la obra junto con los dos altares laterales y el baldaquino (que ya no existe) en 1775 la obra se dedico a Felipe VI principe de asturias y Rey de España.
Puede ser clasificado como
estípite de tres calles; está formado por un sotabanco, una alta predela, un solo
cuerpo y un remate en forma de concha. El retablo se hizo de madera de ayacahuite en la conformación de la estructura y
de cedro para los soportes de las pinturas, aunque estudios recientes confirman el
uso de otras clases de madera como oyamel, cedro blanco y pino básicamente. Es
una estructura simétrica, desde su planta se puede apreciar su barroquismo, y una
superficie coruscante que se desarrolla a lo largo de grandes líneas. El conjunto
fue sobredorado con hojas de pan de oro de 23 kilates; las tallas, también de
madera, fueron vestidas mediante ropajes de tela encolada y concluidas con
detalles de policromía a base de temple sobre las encarnaciones; por su parte, las
pinturas son óleos sobre tela sujetos a la estructura por medio de bastidores de
madera.
La disposición de la obra nos muestra que el retablista barroco no tomó en cuenta el marco general de arquitectura clásica en que colocó su retablo, por un lado adelantó el retablo entero despegándolo del muro del fondo para en ese espacio alojar las escaleras (Figura 3), de este modo no coincide su planta con las formas arquitectónicas del ábside. Por otra parte, no coinciden las dos primeras grandes pilastras del retablo, a ambos lados, con las pilastras que sobresalen de los muros mismos, pues aquéllas quedan más adelante que éstas. El resultado de dicho desajuste es que el retablo en lo alto invade un tanto de los vanos de las ventanas rectangulares y los marcos de los óculos. Cabe señalar que como el retablo no cubría en su totalidad los muros laterales del ábside, se instalaron ahí otros retablos de escaso relieve.
El retablo no termina en el copete tradicional, está rematado por una concha o
casquete que cubre el ábside y asume la forma del intradós de la bóveda del
edificio. Este casquete cubre todo el nicho y su ornamentación se
organiza en tres gajos cuyas intersecciones siguen los ejes de las grandes
columnas estípite. En el centro de cada uno de los paneles triangulares se ubica
un medallón en relieve: al poniente San Pedro y al oriente San Pablo, y entre ellos
el del Padre Eterno.
Visto de frente, se observan pilastras laterales sobre los muros, reforzadas por
contrapilastras que suben hasta rematar en capiteles de orden compuesto, y sobre éstos se eleva una porción de entablamento con su cornisa. De la cornisa arranca
la arquivolta que llega hasta la bóveda del ábside y cuyos extremos laterales,
entre la arquivolta, los muros y la bóveda, se cubren con enjutas y dos
medallones, el del lado poniente de San Joaquín y al oriente de San José. En la parte superior se hallan ángeles portando los atributos de la virgen como la Fuente Sellada, la Casa de Oro, el Pozo de Agua Viva y la Torre de David, mientras que en la cumbre remata una efigie de El Padre Eterno sosteniendo al mundo.
La calle central es la más importante y acoge los principales motivos decorativos
del retablo. Es de sencilla ornamentación en su parte baja, de este modo sirve de
fondo a la mesa del altar. Al nivel de los retablos laterales, rodeada por una
moldura, se encuentra una gran pintura llamada La Adoración de los Santos
Reyes, lienzo realizado por Juan Rodríguez Juárez cuyas dimensiones
alcanzan 4.8 m de alto por 2.9 m de ancho. Sus partes superior e inferior se
interrumpen para dar lugar a semicírculos, a los lados columnas estípite rematan
en fragmentos de frontones curvos y rotos sobre los que posan ángeles.